Libélula

Quien me conozca un poquito sabe cuánto me gustan los regalos hechos a mano. Tanto hacerlos como que me los hagan.

Requieren que alguien se detenga un momento a valorar qué le gustaría a otra persona, qué le representa y qué formas y colores acompañan su alma, y que invierta un pedazo de su (valioso) tiempo a dar forma a esos sueños, secretos e ideas.

Hazme uno así y me tienes en el bote. Así estaba yo cuando este fin de semana me regalaron esta libélula de papel, porque quien me conozca otro poquito también sabe el especial significado que las libélulas tienen para mí:

Tiene valor añadido si esa persona que decidió usar su creatividad y sus manos para darle forma no acostumbra a dedicarse a estos quehaceres y, por qué no decirlo, no es especialmente habilidoso en esos menesteres. Un regalo así vale por mil.

Y como no, despertó mi lado creativo, 

mis ganas de plasmar lo que ese regalo significaba para mí,

lo que me evocaba.

Y quise dar rienda suelta a mi imaginación,

dejar volar los colores, 

poner forma a los sentimientos

y disfrutar del momento.

Y el resultado queda colgado del techo sobre la cama, a la altura de la almohada.

Y así serán sus formas lo último que vea antes de dormirme en medio de la noche.

Y así serán sus colores lo primero que me ilumine cuando despierte al despuntar el sol.

Y así será su esencia la que alimente mis sueños.

Y así seré feliz.