Hoy es el día en el que naces y aunque aún nadie conoce tu carita, hay un montón de personas esperando emocionadas tu llegada a este mundo. Y aunque aún no hay nadie que sepa cómo eres, ni lo que sueñas, ni lo que deseas, ni cómo piensas o actúas, ya hay muchas personas que te quieren incondicionalmente. Nunca estarás solo, mi niño, siempre habrá alguien ahí para socorrerte. Pero hoy, que naces, justo ahora que estas empezando a escribir las primeras líneas de tu destino, quiero ser yo quien te cuente cuál es la clave para salir adelante.
Porque, no quiero engañarte y aún menos asustarte ahora que justo comienzas, pero la vida no es en absoluto sencilla. El día a día es una sucesión de retos, uno tras otro, y cuando se salta un obstáculo se encuentra el siguiente; cuando se alcanza una meta, se impone otra; el horizonte siempre está demasiado lejos; el camino no parece tener fin, y los abismos se abren a veces como insalvables por la gran distancia que separa ambos lados. Y por si esto fuera poco, hay una infinidad de personas serias y taciturnas que pretenden construir una realidad gris y apagada para todos.
Parece desalentador, lo sé, mi pequeño. Pero todo es una cuestión de actitud.
Tus padres, esperando ansiosos que comiences a respirar por ti mismo el aire de esta atmósfera que nos rodea; tus abuelos, emocionados por las ganas de sostenerte entre sus brazos; todos tus tíos y primos, deseando brindarte su compañía y disfrutar de la tuya… Todos ellos, tu familia, pueden ser un puente a la salvación en momentos desoladores. Pero la gran verdad, aquello que he venido a decirte hoy, es que solo habrá una persona en el mundo cuyo amor debe ser (y espero que sea) más grande que el de cualquier otro; solamente habrá una persona capaz de darte la energía necesaria para comenzar de nuevo tras una caída, y para dar un paso tras otro hasta alcanzar las metas; solo habrá una persona que te anime a continuar, a no rendirte, a ser mejor siempre. Y ese eres tú mismo.
Cree en ti. Quiérete por encima de todo, mi niño, porque tu existencia es lo más valioso que tienes, y a partir de ahí llega todo lo demás. Cuanto más te quieras más podrás querer a todos los demás y más serás querido. Respétate a ti mismo, y a tus principios, ideas y valores. No bajes la cabeza ante nadie y haz valer tus aptitudes. Y procura llegar siempre más lejos, no para ser mejor que los demás, sino para sentirte orgulloso de ti mismo.
No obstante, nunca olvides la importancia de disfrutar del camino. Llegar al final lo más rápido posible te impedirá disfrutar de los colores del paisaje, del olor del ambiente, del sonido de lo acontecido. El placer es cada paso que des.
Busca la magia en cada instante, en cada cosa que hagas, en todo cuanto te rodee. Porque sí, pequeño, en cada momento y en cada situación, si pones el empeño necesario, podrás hacer una larga lista de las maravillas por las que vale la pena sonreír. Por supuesto, incluso en los peores momentos que puedas imaginar y en la peor situación que seas capaz de recrear en tu mente, siempre podrás sacar algo bueno de todo.
Abre los ojos por la mañana y antes de que el peso de las responsabilidades empiecen a anular tus fuerzas, presta atención. Quizá en ese instante pía un pajarillo, quizá hay un rayo tímido de luz pidiendo entrar a hurtadillas por la ventana, quizá se oye la respiración acompasada de alguien a quien quieres, quizá notas tu propio latido al ritmo de tu corazón. Detente un segundo en cada uno de esos detalles y reflexiona: eso es magia.
Lo mismo pasa con el tacto dulce de cada caricia, el color de cada sonrisa, la luz de cada mirada, el calor de cada presencia. Sostén con ambas manos la lluvia que aplaca la sed de la Tierra, retén en tu piel la luz del sol que baña con dulzura cada árbol y cada flor, recoge en tu pelo la caricia del viento que lleva y trae los susurros de la vida. Respira hondo, sonríe, abre los ojos y observa a tu alrededor, en todo hay magia. Atrévete a descubrirla por ti mismo y emocionarte con cada cosa.
Quererte a ti mismo te hará feliz, pero no puedes quererte a toda costa. Con el tiempo aprenderás que para ganarte la confianza y el cariño de los demás hay que hacer esfuerzos. Lo mismo debe ocurrir contigo mismo, para amarte debes haberte exigido, pero encuentra el equilibrio entre lo que debes, lo que quieres y lo que puedes. Así pues, no seas demasiado duro contigo mismo; recuerda, mi niño, que todos cometemos errores y que éstos también nos sirven para aprender y mejorar. De la misma forma, tampoco seas demasiado conformista, es necesario labrar el campo para poder recoger los frutos.
Trata siempre de dar lo mejor de ti mismo. Tiende la mano a quien necesite ayuda, incluso aunque no la pida. Ofrece tu mejor cara, incluso aunque no lo merezcan, sé generoso y amable, incluso aunque no te sobre. Porque de lo que das es de lo que recibes, aunque sea solamente en la satisfacción de haber hecho lo mejor que podías hacer.
Y sueña, no dejes jamás de soñar. Imponte metas, cosas que hacer, lugares que visitar, personas que conocer, aprendizajes que hacer. Y no permitas que nadie, nunca, te diga que no serás capaz de algo porque con tu empeño, tu dedicación, tu fuerza de voluntad y tu constancia puedes hacer lo que desees, puedes alcanzar lo que ansíes, puedes llegar a dónde anheles.
Pero de la misma forma, no mires a nadie por encima del hombro, nadie será mejor ni peor que tú, solo hay personas que han puesto más empeño en conseguir lo que tienen y personas que no saben cómo hacerlo. No te sientas afortunado por tener más y mejor que otro pues la arrogancia y la soberbia podrían llevarte a fracasar, debes ser mejor para superarte a ti mismo, nunca para pisar a los demás, en todo caso para tenderles una mano desde la cima y ayudarles a subir contigo. La felicidad de otros también puede ser tu felicidad.
Respeta a los demás, sé tolerante con cada persona, cada idea, cada actitud y cada forma de ser y pensar. Acepta que no hay una forma única de hacer las cosas y que eso trae consigo mucha abundancia y riqueza, ya que de todo puede aprenderse algo bueno.
No te hundas si algún día hieres, hacer daño a los demás es a veces inevitable en el complicado laberinto que representan las relaciones humanas. Pero aprende a pedir perdón, aprende a identificar los errores y a reconocer que los cometes y comprométete a aprender qué golpes duelen y es necesario evitar dar.
Abre tu mente, no todo es tan blanco ni tan negro como algunos quieren hacernos creer. Hay tantos colores… tantas posibilidades… Nuestro cuerpo no lo puede todo y hay muchas cosas que escapan a nuestra percepción y a nuestra comprensión y conocimiento. Así que duda de todo y acepta que nunca habrá una verdad absoluta, que todo es relativo, incluido el tiempo y el espacio; pero busca comprender, busca saber más, busca aceptar otras posibilidades que no sean aquellas que nos impusieron.
Ríete de tus miedos, disfrázalos hasta que sean tan ridículos que ya no puedan atemorizarte, ya que no hay nada tan grave que no pueda superarse, porque incluso después de todo lo que te parezca lo peor habrá alguna otra cosa. Piensa, por ejemplo, que cuando la manzana cae del árbol ya madura, y todo parece perdido para ella porque irremediablemente se pudrirá y desaparecerá, en su interior sigue habiendo una importante fuente de vida, la simiente, que se alimentará de los nutrientes que hubo en la manzana, para resurgir de nuevo, con más fuerza. En nada hay un fin, todo es un ciclo que nunca acaba. Cuando algo te abrume piensa en lo que puede haber después, en todo lo que puede venir y vendrá, y no te detengas.
Hoy que naces, mi niño, hoy que ves por primera vez la luz y sientes el calor de la piel de tus padres, hoy quiero que entiendas lo que dije. Que todo se resume en tu actitud ante la vida. Que con lo mejor de ti mismo serás capaz de ver como el gris que algunos pintan con el tedio, la ignorancia, la rabia y el desdén, es capaz de dispersarse ante tus ojos para mostrarte un universo de posibilidades, un abanico de opciones que se desplegará ante ti para aplacar los sinsabores que trae consigo la vida.
Que con lo mejor de ti, pues extraer lo mejor del mundo. Y yo estaré ahí para verte crecer, mi pequeño, sano y fuerte y feliz, inteligente y amable y generoso, despierto y curioso y creativo. Y yo te daré la mano y te guiaré en algunos pasos. Pero créeme, mi niño, desde hoy mismo, hoy que naces, también tú tienes mucho que enseñarnos.
Sé feliz.